dijous, 11 de desembre del 2008

(R)Evolución en la poda

Recuerdo hace ya casi treinta años cuando empecé a trabajar. Para hacer algunas pesetas pedí trabajo al jardinero que hacía el mantenimiento en el jardín de mis padres, Juan Manuel. Contaba yo por aquel entonces con 14 años y un largo verano por delante. Mi último verano de vacaciones. Luego, en invierno, también aproveché el periodo vacacional. Y fue aquí cuando por primera vez subí a un árbol para cortarle ramas.


Entonces, subíamos a los árboles con una escalerilla, o trepando, no existían las eslingas, ni las cuerdas, ni los arneses ni nada. Principalmente a moreras y pinos piñoneros. Recuerdo que los podábamos con hacha, y particularmente, en las moreras procurábamos que el corte fuera diamantado. También usábamos sierras de arco o serruchos podadores, pero si la usabas demasiado te miraban mal, «Queman la madera», decían. La motosierra, sólo la usaba el jefe, Juan Manuel. De hecho sólo él sabía ponerla en marcha, los platinos, la bujía, ahora se ha ahogado, ahora se ha desencebado, los demás observábamos con cierta envidia la capacidad de trabajo de la máquina, y hacíamos competiciones virtuales, al modo de «yo con esa, podaba siete moreras en una mañana» «pues yo diez…» Los demás continuábamos con el hacha y el serrucho, el corte diamantado, y siempre con una mano ocupada en la propia sujeción.

Ya entonces destaqué por el hecho de ser ambidiestro en el uso de las herramientas. El caso de que los demás de la plantilla fueran diestros ocasionaban el handycap de que según que ramas no les quedaban en la mano “buena”, sobre todo para el hacha, en catalán destral palabra que seguramente proviene de destre: diestro (de destreza) y de la cual, sin duda, deriva destraler : persona poco cuidadosa y con impericia en su trabajo. El caso, es que al manejar el hacha con ambas manos, en ningún caso tenía ramas a contramano.

Al siguiente invierno, ya tenía mi propia hacha. Escogí una vizcaína de 500g. que mantenía afilada como una hoja de afeitar con una piedra de agua. El reto era cortar las ramas con cuantos menos golpes fueran posibles.

En los siguientes años ya abundaron las motosierras. Lo cual trajo el consiguiente cambio en el estilo de poda. Por suerte se olvidaron los cortes en punta, pero por desgracia entonces cayeron ramas de mayor calibre. Hoy muchas moreras y plátanos tienen cavernas producidas por los cortes de entonces, que no compartimentaron, lógicamente. De todas maneras, seguíamos subiendo a los árboles con absoluta precariedad. Es decir, trepando o con una escalerilla, sin guantes, sin cascos ni protecciones auditivas y visuales, y sin sistema de sujeción alguno. Obviamente entonces se desconocía cualquier sistema anticorte de motosierra, aunque se sabía de accidentes, algunos mortales.

También llegaron las escaleras de aluminio ligeras y más largas, lo que facilitaba el ascenso. Años más tarde empecé a tomar algún tipo de precaución, esto es, guantes y mi primer cinturón de seguridad, era del tipo de los que usaban los operarios del teléfono o las eléctricas, es decir. Un cinturón ancho y una eslinga lateral.

Y mucho más tarde llegó la «arboricultura moderna», las sierras japonesas y la trepa. Recuerdo al inicio de la trepa que en unos cursos impartidos por la AEA junto a la APEVC. Vinieron trepadores de Madrid, de los jardines del Retiro, creo recordar. Nos parecieron tarzanes por aquel entonces. Subían con facilidad y se desplazaban con destreza por árboles ¡sin escalera alguna! Balanceándose con las cuerdas atadas a su arnés pasaban de rama en rama y llegaban a lugares que hasta entonces nos parecían inalcanzables. Entonces se usaban cuerdas de espeleología, de 10mm, frenos tipo shunt y ocho de escalada, y el famoso nudo Prusik, el as de guía, el ocho doble, el ballestrinque, etc. Me viene a la memoria cuando instalaron el salvacámbium, hecho con cinta de alpinismo y dos anillas sacadas de un ocho de escalada partido por la mitad. Vi como lo instalaban una sola vez y le estuve dando vueltas toda la noche para comprender como lo habían colocado. Al día siguiente me hice con una cuerda y dos anillas un símil del salvacámbium y con un cordel y un plomo un sustituto del cordino y la hondilla, y fui a practicar lo visto, y sí, funcionaba! Hoy en día tanto el sistema de colocar el salvacámbium y el ascenso al árbol son bastante diferentes, más rápidos, seguros y con menos longitud de cuerda, pero entonces fue un gran paso adelante.

Luego vino la época del CE. Todo debe tener su CE, o lo tiras al desguace. Casi toda la inversión en material me quedó obsoleta en cuatro días. Tal cuerda no tiene la medida, tal mosquetón no tiene el CE, el arnés caduca a los tres años (igual que el resto) el shunt no vale y el ocho de escalada menos … Y ya lo último … no valen los nudos. Hay que usar el lockjack, la cuerda con el ojo hecho y el terminal con tope.

Y lo más curioso y aterrador es que sigo viendo aún hoy a «podadores» subiendo a pelo a los árboles y cortando ramas con hacha, satisfechos de hacer cortes diamantados y que cuando me ven equipado ríen para sus adentros diciéndose: «parece un astronauta». Hay quien no evoluciona, y curiosamente no se extingue.



Guillem Nicolás i Larruy, Arborista

1 comentari:

Unknown ha dit...

hola guillem!!

yo he realizado bastante poda de altura pero bastante "intuitiva". he caído sobre tu post y me apetece aprender más sobre salvacambiums, nudos etc...sigo realizando trabajos de vez en cuando pero me interesa seguir aprendiendo. recomendaciones??
moltes gracies. molt interesant lo que dices...saludos! javier